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Nació en Guadalajara (Méjico) el 15 de marzo de 1727, y el 19 de junio de 1745 ingresaba en la Compañía de Jesús, provincia de Nueva España, haciendo la profesión solemne el 15 de agosto de 1763. Enseñó humanidades, retórica y filosofía en el colegio de La Puebla, fue maestro de novicios en TepotzotIan, preceptor a partir de 1766 de los hijos del virrey marqués de Cruillas, y rector del colegio de San Ignacio de La Puebla, en el ejercicio de cuyo cargo le sorprendió la Orden de Destierro de 1767. Marchó entonces a Italia, instalándose en Bolonia, donde falleció el 3 de febrero de 1781. Gran orador y eruditísimo en los más dispares géneros de conocimientos, centró su atención y estudio sobre todo en las ciencias naturales, físicas y matemáticas, esforzándose por incorporar al saber tradicional las más recientes doctrinas de Descartes, Newton, Gassendi, etc., por lo que debe considerársele como uno de los innovadores de la filosofía en su país. Y, en efecto, consta que por orden del provincial de la Compañía, José Utrera, «este Padre enseñaba a jóvenes escogidos de la Compañía los conocimientos físicos según las corrientes modernas» (J. L. Maneiro: De vitiis aliquot mexicanorum... vol. Il, p. 129), sirviéndose para estas enseñanzas de «aquello que laboriosamente nos legaron Platón, Aristóteles y otros muchos sabios de las edades pasadas, así como también lo que con nuevas luces dieron a conocer Descartes, Leibniz y Newton y otros modernos de primera magnitud» (lb., página 115). No obstante, su gran modestia lo movió al final de su vida a destruir la mayor parte de sus escritos, por lo que ninguna de las obras llegadas hasta nuestros días refleja suficientemente su gran formación científico-filosófica.
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